En los últimos años, he podido observar cómo la inteligencia artificial ha dejado de ser una idea futurista para instalarse firmemente en nuestra vida diaria. Lo que antes parecía propio de películas de ciencia ficción, hoy forma parte de tareas tan cotidianas como pedir recomendaciones en una tienda online, recibir atención al cliente a través de un chat automático, o incluso decidir qué serie ver en una plataforma de streaming. Esta evolución tan rápida me ha llevado a preguntarme no solo cómo funciona esta tecnología, sino qué implicaciones tiene para nosotros como consumidores
