| dc.description.abstract | El pilar base sobre el que se forja la competencia es el principio de libertad de empresa, es decir, tanto la libertad de acceso al mercado por parte de los operadores económicos, como la libertad de actuación en la propia actividad y en el cese de esta, ya que sin operadores económicos que puedan acceder al mercado en libre concurrencia, no podríamos hablar de competidores y, por tanto, no podríamos hablar de competencia. No obstante, la libertad de empresa no es un principio de carácter absoluto, pues precisamente para proteger la propia libertad de empresa y para que esta no quede vacía de contenido son necesarios unos límites, como son los establecidos en la propia norma suprema de nuestro ordenamiento jurídico, entre ellos el artículo 128.2 CE que contempla la posibilidad de reservar al sector público recursos o servicios esenciales, o incluso la propia expropiación establecida en el artículo 33.3 de la CE en la que se incluye la expropiación de empresas. Precisamente la regulación de la competencia desleal existe como garante de este ejercicio de la libre competencia, ya que la realización de actos de competencia desleal impiden, por un lado, competir a diferentes operados jurídicos que se encuentran en una situación más vulnerable y que ven afectada su posición en el mercado como resultado de las de prácticas de otros competidores contrarias a los principios de buena fe y, por otro lado, afecta e interviene en el propio consumidor a la hora de que este tome decisiones cuando actúe en el comercio, sin olvidar la afección del interés común del propio Estado, ya que el buen funcionamiento del mercado para un Estado es un ámbito a tener en cuenta con especial consideración. | es_ES |
